Carta a mi hija

Powered by Castpost

Hola Valentina, han pasado muchos años que no nos vemos. Hoy es mi cumpleaños y no me has llamado, al igual que los mas de 20 años pasados. Te recuerdo todos los días abrazándonos como cuando eras una niña y me querías y me decías Papito, y yo te correteaba para hacerte cosquillas por el jardín, y tu te reías y te desesperabas como si fuera el fin del mundo, babeabas de goce y te tirabas al suelo resignada, a ser despedazada a cosquillas con mis manos toscas, treinta añeras ya.
Eras tan pequeña cuando te conocí, tenías apenas un minuto de nacida y mis ojos aguantaban lágrimas y mi quijada temblaba de emoción. Estaba orgulloso de verte, mi carnecita. Eras como un pancito recién sacado del horno, sólo pensaba en comerte a besos y no ir a trabajar nunca más para abrazarte y mirarte mientras dormías.
Talvez no lo sepas pero las primeras noches que vivimos juntos, te iba a arrullar mientras dormías y te cantaba "El pericotito gracioso y bonito", y tu no me escuchabas porque estabas soñando con Pulgarcito, y no sé porqué te contemplaba y empezaba a llorar de felicidad en la oscuridad de tu cuartito que La Negra te arregló.
En esos años, La Negra y yo èramos muy unidos, y nos amabamos tanto como a tí, sólo nos peleàbamos por ir a verte en las noches cuando llorabas, o cuando ambos queríamos ser quien te cambiara el pañalito. Yo no tenía mas pasatiempos los domingos, que cantarte con mi guitarra esa canción de Calamaro "Valentina" y tu recién aprendías a caminar y me jalabas el pelo mientras yo tocaba la viola y te cantaba, y chancabas la guitarra como un cachorrito extrañado, y gritabas pidiendo que me calle. Pero yo sabía que me querías y que te gustaba la canción.
Cuando llegaste a la adolescencia, no te rebelaste contra el mundo. Mas bien nos queríamos mucho los tres de la familia. Y aprendiste a tocar la guitarra y yo te enseñé a tocar "Valentina" y la cantàbamos a dúo, al final nos aplaudía la Negra.
Pero yo nunca dejé la botella. Dejé de tomar socialmente para no ponerme violento con nadie, y les prometí no tomar a tí y a La Negra, nunca más. Y yo nunca dejé la botella, y los cajones de la casa estaban abarrotados de botellas a medias y vacías. Y mi aliento nunca hedió a otra cosa que no sea decepción. Y a tus 20 añitos, ante el hartazgo de La Negra, y el tuyo igualmente, me gritaste por primera vez en tu vida, y yo helado. Y todo el tiempo lo sabían y yo pensando en que nadie se daba cuenta de nada. Y te fuíste con tu madre a la mañana siguiente al departamento que teníamos en Arequipa, me dijiste que te irías lejos con La Negra para no volverme a ver porque tenías asco de mí, que era un mentiroso y un mal padre. Y la Negra nos miraba estupefacta, y yo apenas te reconocía.
Nunca más te ví. La Negra me ha venido a ver unas veces y hemos sido los amigos de siempre. Una noche nos emborrachamos ya viejos y decrèpitos y te he recordado, y tomé la viola y cantamos con La Negra tu canción, Valentina. He llorado mucho, y tu madre ha llorado al verme triste y me ha acariciado los cabellos a la luz de la soledad.
Hoy es mi santo y La Negra me ha llamado tempranito a cantarme las mañanitas, aprovechando que su nueva pareja se ha ido a trabajar. Me ha dado alegría el haberla conocido, me dió tristeza no poderla conservar a mi lado, me ha matado que te hayas olvidado de mí, Vale.

Gracias especiales a Diva por prestarme su Castpost.